"El Árbol que Sangra Tierra"

En una región que no aparece en mapas y que solo puede alcanzarse caminando en sueños rotos, existe un claro donde la tierra no respira. Allí, clavado como una maldición, se yergue un árbol seco, de ramas retorcidas como gritos congelados. Pocos saben que este árbol nació de un corazón. Uno verdadero. Uno humano. Uno demasiado vivo. Hace siglos, existió una criatura llamada Lurien, nacida del alma de un eclipse. No era demonio ni ángel, sino la costura rota entre ambos. Lurien no amaba como los hombres. Su amor era un conjuro, una herida abierta que todo lo que tocaba transformaba en belleza… y luego en ruina. Amó una vez. A un ser de luz imposible, de nombre perdido. Pero el amor no fue correspondido. El corazón de Lurien, al comprender que nunca sería espejo sino sombra, se pudrió por dentro. En un acto final de creación y castigo, Lurien se arrancó el corazón aún latiendo y lo enterró con sus propias manos en la tierra que antes había florecido bajo sus pasos. Con palabras en un idioma anterior al fuego, selló un pacto con la tierra misma: "Que mi amor maldito no muera… que se enrede en la piel del mundo." Del corazón nació el árbol. No creció hacia el cielo, sino hacia adentro. Cada rama seca se alimenta del odio contenido. Cada raíz abraza cadáveres de sueños olvidados. El árbol no florece. El árbol espera. Porque bajo su corteza no hay savia… hay recuerdos. Y aún late, muy suavemente, el corazón. El mismo que sueña con que algún día, alguien lo desentierre, no para devolverle la vida… sino para enterrarse a su lado.

8/8/20251 min read